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Una breve nota sobre Juana Inés.

MARIA DEL CORAL HERRERA HERRERA.
PTC: ESCUELA DE ARTES


La vida es una paradoja, una serie de acontecimientos antitéticos que le suceden al hombre propiciando en él una constante sorpresa y una búsqueda inacabable. Sorpresa y búsqueda de alguna manera, nostalgia de un algo, de una armonía extraviada que podría recuperar, a través de un monólogo evocativo de imágenes amadas, en donde la primera nos deja plantados en la realidad y la otra en el afuera, efímera sensación de lo añorado.

Y quien mejor para reseñar esa situación que un poeta, que una poeta, Juana Inés de la Cruz, quien gustaba de presentar en sus sonetos tesis que cumplen un circuito dialéctico y que nos presentan-representan éstas tan constantes paradojas, pero con el preciosismo que sólo ella pudo crear:


Detente sombra de mi bien esquivo
Imagen del hechizo que más quiero
Bella ilusión por quien alegre muero
Dulce ficción por quien penosa vivo.


El mundo se crea al reposar en dos términos y una imagen; la imagen es aquella del amado, el conjuro la sombra y sensación me arroja de la vida a la muerte o de la muerta a la vida. El contraste del primer cuarteto marca la cadencia de todo el soneto y fija el proyecto total: la construcción del amado a través de una ficción del sujeto, es decir, el yo construyendo el motivo del amor a partir de un pretexto:

Si al imán de tus gracias, atractivo,
Sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
Si has de burlarme luego fugitivo?

Más blasonar no puedes, satisfecho
De que triunfa de mí tu tiranía;
Que aunque dejas burlado el lazo estrecho

Que tu forma fantástica ceñía,
Poco importa burlar brazos y pecho
Si te labra prisión mi fantasía.

Así, el lugar del amor es la fantasía, el lugar de la creación de aquel que no existe realmente que vale en cuanto es el objeto revestido de cada uno de los dones que el yo quiere atribuirle, que tesis más parecida la de Eric Fromm cuando habla del amor como acto de voluntad y de artificio.
Juana Inés se adelanta una vez más a su tiempo, el circuito amoroso, es en cuanto que se propone como una voluntad de creación desde el sí mismo.

El asunto paradójico es que no se quiere comprender a cabalidad y se busca en la culpa al otro los dolorosos síntomas del amor , la responsabilidad ante la circunstancia de elección es individual y requiere de una respuesta-responsable; si bien el cuerpo del otro es el motivo visual y carnal, el sentido amoroso esta basado en las ficciones que nos hacemos sobre él.
Por ello, quizá se presuma del abandono masculino pero como dijo la poeta nunca se ira aquel que se ha creado en la fantasía.

Y que es lo que se recrea en la fantasía, el deseo, aquel que nunca se podrá alcanzar en la “realidad” del otro, lo imposible es creer irresponsablemente, que el “otro” es el motivo de la felicidad. Así el amor es por ello una responsabilidad nuestra, es hijo de nuestra capacidad de fantasear, ya lo dijo la gran Juana Inés.

En abril celebramos un aniversario más de la muerte de la décima musa, muerte del cuerpo, pero pervive su obra en un siempre colmado de maestría en un infinito espacio que necesita exegetas competentes y que mejor que nuestra universidad como cede preferente de estos estudiosos y admiradores de la obra que nos representa y que nació en este Estado de México.